viernes, 8 de julio de 2016

El Complejo de Kirillov



<< Si Dios no existe, yo soy Dios. Si Dios existe toda la voluntad es suya y yo no puedo escapar de su voluntad. Si no existe, toda la voluntad es mía y yo estoy obligado a mostrar mi libre albedrío.

¿Y por qué está usted obligado a mostrarlo?

Porque dispongo plenamente de mi voluntad. ¿No habrá nadie en todo el mundo que rechazando a Dios y creyendo en el libre albedrío, ose demostrarlo en toda su integridad? Yo quiero poner de manifiesto mi voluntad. Aunque sea yo sólo, lo haré. Me creo en la obligación de pegarme un tiro, porque el punto culminante de mi libre albedrío consiste en suicidarme >>
 

"Los Demonios". Fiódor Dostoyevski.  


 El pasado día cinco se suicidó Antonio Aramayona, profesor de filosofía y socio de las asociaciones ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana), "Europa laica" y "Derecho a morir dignamente". Definido entre sus correligionarios como un librepensador, influyó ideológicamente en Pablo Echenique; secretario de organización de Podemos y secretario general del mismo movimiento en Aragón.

En su blog, publicó una carta dejando constancia de las razones que le iban a llevar a terminar con su vida:


Al igual que su pupilo Echenique, tuvo la desgracia de caer en una silla de ruedas, pero al parecer, la decisión de quitarse la vida, no respondió según testimonio propio, ni a una enfermedad degenerativa ni a ninguna aflicción del espíritu o depresión.

Lo primero que llama la atención es que el término suicidio no parece estar determinado en el contexto general de la carta y sí más bien el de eutanasia a juzgar por la jerga empleada. A ello habría que añadirle - como se dijo anteriormente - la afiliación del suicida a la asociación “Derecho a morir dignamente”. El suicidio estaría considerado aquí como una suerte de procedimiento formal, como un simple medio accidental en pos de la institucionalización de la eutanasia o del “bien morir”.

 La preponderancia del suicidio supondría librarse de algún mal personal, sería la muerte negativa y exenta de libertad, condición tan usual por otro lado en la reivindicación de la eutanasia. Pero no, aquí de lo que se trata es de representar simplemente el puro ejercicio de la libertad para morir fundado en un derecho inalienable al parecer. Sin que quede explicado de dónde salió el de nacer, ni cual fue la libertad de elección a tales efectos. Como decía, se trata de la demostración y de la muestra de la voluntad de poder hacerlo y consumarlo. Se trata de un hecho pretendidamente trascendente, al cual, de ningún modo podría servir la significación de suicidio. En definitiva, una voluntad estrictamente suicida en nombre de la libertad quedaría en una posición irrelevante.


 La vocación del suicida como referencia ética e ideológica entre sus afines, parece evidente a poco que se indague en el contenido de sus despedidas. Por eso mismo, sus conductas y creencias estarán delineadas por la ejemplaridad hacia sus acólitos y en consonancia por tanto, con el colofón final de su muerte como una vida plena de coherencia y verdad.

Remito, por ejemplo, a un artículo de despedida publicado en “El Huffington Post”:  

http://www.huffingtonpost.es/fernando-soler-grande/hasta-siempre-hermano_b_10837086.html por un tal Fernando Soler Grande, médico y vocal de “Derecho a morir dignamente”.

También a su página en la red social facebook https://www.facebook.com/antonio.aramayona donde unos fervientes seguidores le rinden homenajes y despedidas bajo los más excelsos calificativos.  

Suponemos, todos ellos votantes, militantes o simpatizantes de Podemos, los cuales, ante las razones más delirantes esgrimidas en la carta, no se han parado en barras a la hora de homenajearle por su “...mi derecho inalienable a disponer libre y responsablemente de mi propia vida”. Suponemos que se trata de un derecho contra los virus, el tráfico rodado, los misiles, la explotación capitalista, los tumores o algún demiurgo - y también - de la irresponsabilidad de las demás existencias humanas que no hayan actuado del mismo modo. 

 Que un sujeto sano se quite la vida tras reflexiones y meditaciones (me suicido luego existo) sencillamente porque quiere demostrar que puede y quiere hacerlo, sin más razón que su ser libre para la muerte, implica un uso delirante y monstruoso de la libertad y de la voluntad, además de una responsabilidad a todas luces imposible de ejercer. Pero ya Séneca se refirió a la maldad para juzgar el suicidio del hombre sano.  
      
Se exhibe una mezquina “libertad de” al servicio de una voluntad que supone la propia destrucción. Un acto así denota únicamente un grado de endiosamiento individualista absoluto. ¿Qué jerarquía, dominio ideológico y degeneración se han impuesto para celebrar un acto así? Porque aquí no vale la libre voluntad de cada cual como justificación, ni la equidistancia tampoco y menos el respeto, ya que los vergonzantes argumentos para justificar su acto obligan a posicionarse.

 Sólo quien se toma por un esclavo de su cuerpo como prisión del alma, convencido de que esta debe volar lejos del mundo hacia una vida de ultratumba, podría entregarse a semejantes abstracciones metafísicas. Pero tal es al parecer lo que celebran sus correligionarios junto al respeto que les merece matarse apoyándose en tan delirantes y desquiciados argumentos. ¿De qué se tiene que responsabilizar nuestro suicida una vez muerto?, ¿acaso se va a responsabilizar en el más allá?. Y es que a falta de pelotones de fusilamiento por motivos ideológicos, buenos son los que se suicidan o se matan a sí mismos como ejemplo de autenticidad ideológica hacia sus afines coterráneos. Y estos dirán, de hecho así lo interpretan; "si ha decidido acabar con su vida basándose en una serie de ideas, si ha sabido ser fiel a ellas hasta darse muerte, ¿cómo no iba a estar en lo cierto ideológicamente mientras vivió?, ¿cómo acaso no nos iba a obsequiar con sabias doctrinas, tan coherente y resuelto maestro?" Y tal es lo que algunos podemitas extraen, a juzgar por lo que he visto.

   

3 comentarios:

  1. Me suicido porque no me gusta como son las cosas desde hace siglos.Porque soy "libre" de hacerlo, (aunque vivo desde una silla de ruedas) haciéndoos de paso un favor, es mi manifiesto: soy un mártir y voy a quedar como Dios o la utopía, que viene a ser lo mismo.

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  2. No deseo la muerte de nadie... Ni de ningún imbécil. Ahora bien, si los imbéciles estos se suicidan, nos ahorran gastos en estupideces, nos ahorran el oírlos y el tener que soportarlos. Ahorran al Estado bastantes cosas y a los que los votan les ahorran la inevitable decepción que sufrirán a manos de ellos. Si su compañero de "buenas intenciones" se quiere suicidar, por mi que no quede. Ya son delincuentes en vida (por antiespañoles) ¿y cómo iban a dejar de serlo en su muerte? Pobres imbéciles humanistas sin instrucción. Porque si tuvieran instrucción todos serían contrarios a esa "libertad" que predica el imbecil suicidado. Son lo opuesto a Don Miguel de Unamuno, el cual decía que él no se iba de la vida, que no se moría, sino que sería la vida la que lo matase, la que lo muriese. Unamuno fue un hombre muy grande, pero estos enanos son enfermos mentales, sin instrucción ninguna. RIP.

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